1ras. Jornadas de Trabajo Doméstico Remunerado.(1)

Publicado en por Los Derechos de las Mujeres

En el marco de las Primeras Jornadas de Trabajo Doméstico Remunerado, las investigadoras Débora Gorban y Ania Tizziani analizan el rol de las empleadas domésticas en el circuito productivo y en la institución familiar. Hacen foco en ese lugar tan indefinido entre lo privado y lo público, lo familiar y lo laboral, la falta de regulación cierta y las órdenes a cumplir en el que se mueven estas trabajadoras. La deuda de trabajos teóricos sobre un tema que tanto hace a cuestiones de género comienza a saldarse lentamente.

 

El mundo del trabajo doméstico remunerado mixtura mucha proximidad física y alta desigualdad social, pone en juego el tipo de valoración del trabajo femenino en general (pago y no pago), la relación entre lo público y lo privado, las fronteras de moralidad que se negocian en ese cruce entre el espacio de trabajo y el espacio íntimo de la casa, pero también revela en la cotidianidad cómo se expresan cuestiones vinculadas a trayectorias de migración y a las diferencias de clase. Además, está la perspectiva, el relato de las propias trabajadoras: ¿es o no un empleo transitorio?, ¿es mejor ser cartonera o empleada doméstica?, ¿es considerado trabajo o no por las parejas que “condenan o permiten” esta forma de conseguir ingresos?

Desde el punto de vista de su legislación, su regulación laboral no es de fácil cumplimiento: ¿cómo se hace para fiscalizar lo que sucede puertas adentro de las casas?, ¿cuál es el límite entre empleo y relación afectiva con la empleadora? ¿Las empleadoras siempre son otras mujeres?

Estas preguntas fueron abordadas y debatidas en las Primeras Jornadas de Estudio de Trabajo Doméstico Remunerado, realizadas en la Universidad de Gral. Sarmiento, coordinadas por las investigadoras Débora Gorban y Ania Tizziani. También se contó con la participación del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social que, por medio de una presentación de Daniel Contartese, actualizó la caracterización del servicio doméstico en Argentina (ver algunos datos en recuadros).

LA OTRA

Muchacha, cachifa, criada, empleada, empregadinha, sirvienta son palabras que a lo largo de todo el continente sintetizan una relación compleja y muchas veces íntima. Gorban (DG) y Tizziani (AT) enfatizan justamente el problema de la proximidad entre las mujeres que trabajan en el ámbito doméstico y sus empleadoras. Estas mujeres pasan a ser parte de una cotidianidad familiar, al mismo tiempo que muchas veces se las invisibiliza y desvaloriza. Pero también esa proximidad está presente y es ineludible para quienes investigan.

¿Qué problemas trae esto en términos de legitimidad académica del enfoque y del objeto de investigación?

D. G.: Hay una relación conflictiva entre quienes se dedican a las ciencias sociales y pretenden estudiar trabajo doméstico. Y es porque hay una proximidad especial. Es un problema de origen en la relación entre el feminismo y la cuestión de las empleadas domésticas: la controversia es fuerte y no hay tantos trabajos al respecto.

A. T.: En Brasil y México, dos países con un importante sector del empleo femenino dedicado al trabajo doméstico, esto está más trabajado. Pero es reciente, ahora casi un boom de los últimos años.

¿Cuál es concretamente el problema de la proximidad?

A. T.: Que ningún investigador o investigadora puede dejar de poner en juego su propia relación con su empleada doméstica. Esta es una de las razones por las cuales el tema no está legitimado en el medio académico. El segundo punto es la invisibilidad del trabajo doméstico en general, no sólo el remunerado, y de su aporte a la reproducción de la sociedad. No está medido ni asumido como trabajo. Y si no se asume el trabajo doméstico femenino no remunerado, menos aún el trabajo de empleadas domésticas.

D. G.: Además, desde sus orígenes, la sociología del trabajo estuvo más ligada a los estudios tradicionales vinculados a lo que pasa dentro de la fábrica y a la transformación de los procesos productivos, y en general le ha costado detenerse a mirar qué pasaba con esas actividades que son difícilmente catalogadas como trabajo. Es como que cuesta llegar a decir “estas mujeres trabajan y por tanto merecen iguales condiciones...”. Es difícil homologar esa situación doméstica con la de otros ámbitos laborales. Esto también sucede porque son realidades muy diferentes. En el caso del trabajo doméstico se da una particularidad: se está siempre en el límite entre lo laboral y la relación afectiva, y esto porque se debe a que es un trabajo puertas adentro, porque la relación es con una empleadora –patrona en el lenguaje de las entrevistadas– que termina siendo de confianza, a veces “amiga”, lo cual suma dificultades para pensar la actividad como trabajo, con regulaciones, horarios, etc.

¿Qué es lo que han encontrado a partir de las entrevistas realizadas?

A. T.: Las entrevistadas nos señalaron fuertemente la desvalorización del trabajo que realizan, del tipo de tarea y de su calidad. Una de ellas directamente me decía que son muy pocos los empleadores que lo reconocen como un trabajo y que creen que debe ser pagado en tanto tal. Entonces, la desvalorización social de las labores domésticas está directamente vinculada a los bajos salarios: se paga poco porque se valora poco el trabajo que estas mujeres hacen.

D. G.: Hasta este tipo de reclamos está siempre permeado por esta relación doble: afectiva y laboral. En general, muchas mujeres dicen: “No reconocen todo lo que yo hago por ellos”. Es un tipo de reclamo de reconocimiento que se le puede hacer a una amiga o a un familiar. Pero el mismo lenguaje que remite a relaciones afectivas y personales escuchamos de parte de la empleadora: “Me falló”, “me dejó”, “se fue”. En ese reclamo, de traición afectiva, también está presente el reclamo por la propia relación laboral: no respeto de aumentos, de horarios, de días por enfermedad.

CUERPO DOLORIDO, CUERPO INVISIBLE

D. G.: La cuestión del cuerpo está en primer plano. Porque es un trabajo desgastante para las mujeres, tiene consecuencias físicas notorias; además, como no hay regulación en ese espacio doméstico, te cuentan: “Estaba con una lesión en la espalda, pero la señora me hizo limpiar todos los vidrios de la casa igual”. Hay un desconocimiento de ese cuerpo doliente por parte del empleador sin que nadie exija, por ejemplo, una licencia médica, que queda siempre librada a la buena voluntad de “la señora”. La otra cuestión referida al cuerpo es la doble invisibilidad de la trabajadora en el espacio doméstico. Por un lado, en tanto trabajo. Siempre se habla de “la chica que me ayuda”, “la muchacha”, nunca es la trabajadora, y además siempre es la chica aunque tenga 50 años, lo cual refiere a un estado de minoridad. Esa mujer está inmersa en la vida de una familia, en su cotidianidad, y muchas veces es ignorada. Hay peleas de pareja, conflictos familiares, que se dan delante de ella, algo que sin embargo tratarías de no hacer frente a un amigo. Pero estas mujeres presencian esas situaciones, lo cual las involucra de un modo particular en la cotidianidad. Por otro lado, sus elementos de trabajo tienen que ver con la ropa, por ejemplo, con los elementos íntimos de cada miembro de la familia. Y eso en un punto es ambiguo, porque también hace de ellas alguien invisible: “que esté o no esté no me molesta”. Si lo pensamos en relación a los sirvientes y cortesanos del siglo XVII hay algo en común: los nobles se desnudaban y bañaban delante de ellos sin pudor porque de algún modo era como si no estuvieran, como si no fueran personas. A las empleadas domésticas, además, se les pide, a muchas, que se tapen: se les hace usar uniforme para que “no se muestren”, para que los hombres de la casa no las vean como “mujeres” en cierto sentido.

A. T.: Al mismo tiempo que se da esta invisibilización como mujeres, se trata de un trabajo que se entiende que sólo pueden realizar mujeres. El trabajo doméstico es feminizado al 98%. Es una invisibilización del cuerpo femenino que es indisociable de la atribución de un rol femenino a esas tareas. En este sentido, el mundo del servicio doméstico es un nudo entre el mundo público y el privado, la desvalorización y la necesidad de las tareas femeninas de cuidado, limpieza y asistencia. Hay una voluntad del sindicato más importante del rubro de hacer una estandarización y categorización de las tareas corporales y técnicas, lo cual no es fácil porque siempre varían en relación a la decisión y a la necesidad del empleador. Por ejemplo, la legislación diferencia entre una niñera y una empleada doméstica, aunque esto rara vez se cumple.

Etiquetado en Trabajo

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