Bangladesh: Chicas de vida triste.
Los burdeles de Bangladesh explotan a miles de adolescentes, muchas de ellas vendidas por sus familias a cambio de 200 euros.
El Gobierno de Bangladesh solo tolera la existencia de catorce burdeles en el país. Puede parecer una cantidad mínima, de una prudencia extraordinaria, pero los burdeles de Bangladesh no son cualquier cosa: se trata más bien de pueblos enteros, laberintos de callejuelas sombrías y estrechas donde se les va pasando la vida a cientos y cientos de mujeres, muchas de ellas esclavizadas por supuestas deudas con sus madamas. Son lugares de apariencia normal y corazón siniestro como Daulatdia, uno de los mayores prostíbulos del planeta, con unas 2.000 chicas: se extiende a orillas del Padma, el principal afluente del Ganges, y es muy frecuentado por los camioneros que esperan el ferry para atravesar el río. Otro ejemplo es Kandapara, en la ciudad de Tangail, un hervidero de 900 mujeres donde está tomada la fotografía de la página siguiente.
La chica que aparece en la imagen se llama Hashi y tiene 17 años, lo que significa que ya empieza a ser veterana en el negocio: aunque la legislación establece un mínimo de 18 años, en Kandapara es habitual toparse con prostitutas de 14, y la propia Hashi fue vendida cuando tenía solo 10. Bangladesh, un país hundido donde casi la mitad de la población subsiste con menos de un dólar diario, es uno de los centros mundiales del tráfico de personas, un negocio despiadado que no solo atiende al mercado interno: se calcula que hay 300.000 bangladesíes en burdeles indios, mientras que Pakistán recibe un suministro anual de 4.500 mujeres y niños. Familias del campo entregan a sus hijas a cambio de dinero -basta con unos 200 euros- y las redes las venden después a las 'sardanis', las temibles empresarias del negocio, que las obligan a trabajar a cuenta de una deuda que ellas nunca contrajeron y que se va extendiendo durante años y años.
Engorde de ganado
Hashi, madre de un niño de cuatro años, se prostituye por 50 céntimos de euro y recibe a unos quince clientes diarios, de modo que recauda alrededor de siete euros y medio por jornada. Su secreto y el de buena parte de sus compañeras se esconde bajo el nombre comercial de Oradexon, un medicamento antiinflamatorio e inmunosupresor que algunos ganaderos emplean para engordar el ganado: en el burdel, disimula los efectos de la miseria y la alimentación deficiente y dibuja en las chicas esas curvas que buscan los hombres.
«Hay mucha diferencia entre el aspecto que tengo ahora y la imagen desnutrida de mi infancia. Estoy más saludable que antes y puedo atender a muchos clientes», explicó Hashi a Nita Bhalla, reportera de la agencia Reuters. Según las ONG que trabajan con las prostitutas, el 90% de las chicas consume de forma permanente esta droga, un esteroide concebido para la administración ocasional: su uso durante años debilita el sistema inmunitario y puede provocar diabetes, tensión alta, dolores de cabeza y problemas en la piel. Algunas informaciones sostienen incluso que varias chicas han fallecido por abusar de esta droga, que se sigue vendiendo en los tenderetes de tabaco del burdel a céntimo y medio la píldora
Cuando las madamas las liberan por fin de sus ataduras, las prostitutas esclavizadas suelen quedarse en el burdel como autónomas, porque saben que en la sociedad del exterior, islámica en un 90%, arrastrarían siempre el estigma de haber ejercido el oficio. Muchas de ellas, de hecho, sueñan con parir niñas para poder prostituirlas años después, asegurándose así el sustento cuando sus cuerpos dejen de resultar deseables. Lo más parecido que consiguen a una pareja convencional suelen ser los 'babus', los 'amantes protectores', hombres que habitualmente residen fuera del recinto y que tienen esposas e hijos, pero que han entablado una relación duradera con una de las chicas: combinan rasgos de novio, cliente y chulo y gozan del inquietante privilegio de prescindir del condón en nombre de la confianza. Con un panorama así, es muy difícil que estas chicas, la mayoría analfabetas, encuentren alguna vía para escapar de sus vidas tristes.
Artículo publicado por: hoy.es - Carlos Benito - 17/05/12 -