Bolivia: Visibilizar la violencia obstétrica.

Publicado en por Los Derechos de las Mujeres

Ineke Dibbits es una mujer que desde los años 80 trabaja en temas relacionados con equidad, no violencia, investigación y derechos de las mujeres.
De nacionalidad holandesa, pero boliviana de corazón, es una activista fundadora de la Red Boliviana para Humanización del Parto y el Nacimiento (Rebohupam) y también integra el Taller de Historia y Participación de la mujer (Tahipamu), donde publicó Agitadoras de buen gusto,
Polleras libertarias y federación obrera femenina.
Ineke se define como feminista y es pedagoga de profesión. Aquí explica la situación de violencia a la que las mujeres son sometidas en uno de los momentos más importantes de su vida: la hora de dar a luz a un nuevo ser.

¿Existe violencia en el parto? ¿Las mujeres la conocen?
Es importante que se vaya considerando este tipo de violencia como violencia obstétrica; así se la ha llamado en Venezuela, en una ley en contra de la violencia hacia la mujer. El término ya está tipificado y nos puede ayudar a visibilizar este tipo de violencia. Cuando se habla, en general, de violencia, se habla de la de pareja, de la familiar, etc.; pero también hay violencia institucional en el caso de la atención del parto.
Hay relaciones de poder históricas entre el gremio médico y el cuerpo de la mujer, con conceptos irracionales que le prohíben a ella gritar en el parto; esto de por sí es una violencia de género e inclusive se involucra el personal femenino médico. Ellas (médicas y enfermeras) repiten todo lo que han aprendido en la universidad y no se ponen a pensar en su propio ser mujer.

¿Entonces, hay relaciones de poder en el parto?
Cuando las mujeres dan a luz, el dolor del parto es un dolor positivo, supuestamente, y no deben quejarse de él; el miedo al dolor hace que la mujer se someta en el parto, le dicen cómo tiene que comportarse sin dejar que ella se exprese naturalmente. El parto es un momento muy intenso de felicidad en el que, si tienes pareja, deberían dejar que esté presente, o tu familia, si así tú lo quieres. La mujer es sometida a paradigmas de miedo y dolor; y el otro de la vida, de dar a luz un hijo.

¿Cómo trabajan con la red para que se conozca más sobre la humanización del parto y detener la violencia obstétrica que, sutilmente, golpea al sexo femenino?
Tratamos de contagiar otro modo de actuar a las colegas que trabajan en el sector de salud. La red se conforma con voluntarias y mujeres del sector salud. Las voluntarias damos seguimiento a avances relacionados con este tema. Por ejemplo, nos hablaron de una maternidad en la que se podía dar a luz en una tina de agua, en un centro público, y no era así. La verdad es que no había agua caliente para que la tina funcionara.
Sin embargo, tratamos de influir y animar a las mujeres y, de alguna manera, hacemos control social para que, con nuestras visitas a hospitales, se implemente de verdad un mejor servicio, humanizado.

¿Si una mujer quiere dar a luz sin violencia obstétrica puede acudir a ustedes?
Nosotras damos información, respuestas claras y hay mujeres que quieren dar a luz en casa. Tenemos en el grupo una partera tradicional muy responsable, que conoce sus limitaciones, y cuando debe detener el trabajo de parto por complicaciones, lo hace a tiempo para que quien está en el alumbramiento no corra riesgo. Ella cada vez atiende a más mujeres, muchas de clase media.
También disponemos de ginecólogos y ginecólogas abiertos a escuchar a la paciente y quienes procuran dar atención de un parto natural y respetuoso con las mujeres y los bebés.

¿Cuánto tiempo lleva en este trabajo y qué obstáculos encuentra?
Llevo 10 años, pero es muy lento. Lo que más decepciona es el sistema de salud pública. No estamos en contra de la implementación del bono Juana Azurduy -un aproximado de 257 dólares estadounidenses que se entregan en un período de 33 meses-, ya que ayuda. Pero vemos una distorsión grande porque existe el riesgo de que, al recibir dinero, las mujeres no reclamen un mejor servicio y se sometan a agresiones o violencia por parte del personal médico. Tiene un lado peligroso. De alguna forma, refuerza relaciones de poder que ya existen.
En ningún centro te preguntan si quieres tener el parto en posición de cuclillas, inclinada, echada o según los usos y costumbres de pueblos indígenas, como llevarte la placenta. Cuando una mujer reclama, hay conflicto en el centro de salud y no debería ser un problema, pero lo es.

Usted dice que la red consta de voluntarias, la gran mayoría de clase media, pero ¿cómo se focalizan y trabajan con mujeres de clases bajas?
Las compañeras del sector salud ayudan, ya que ellas trabajan en centros públicos. Yo imparto talleres y, de esa forma, visibilizamos el punto de vista de la humanización con otras mujeres.
A veces chocamos con ideas retrógradas y se piensa que las mujeres indígenas no quieren dar a luz en posición ginecológica porque son ignorantes y la ignorancia es del personal de salud que desconoce que el parto, según lo confirman muchas investigaciones, se puede llevar a cabo en posición vertical y con ayuda de la gravedad es mucho más fácil.
Además, es importante el acompañamiento de la pareja, hermana o madre, ya que ayudan al trabajo de parto porque el bienestar y la seguridad influyen a una serie de hormonas. La angustia, cuando una está sola y nadie te escucha, va en contra de este proceso natural.
La formación del personal de salud es muy tradicional y no toma en cuenta a la mujer como ser a la que hay que escuchar. Creo que, en Bolivia, las mujeres que se resisten a vivir esta violencia en el parto son las aymaras, quechuas, indígenas en general, a las que catalogan de ignorantes por tener sus hijos acompañadas y en la posición que les resulta más cómoda.

¿Cómo fue su experiencia personal durante su parto?
Yo tengo una hija y un hijo, y a ambos los tuve en una posición ginecológica, sin saber de mis derechos. Si yo hubiera tenido información, otra cosa hubiera hecho; era muy joven entonces. Después de 25 años, mi marido me pidió disculpas por no dar conmigo la lucha para estar presente en el parto. Son cosas que te asombran de ti misma.

¿Cuál debería ser el papel del Estado en este tema?
Valorar que el parto es familiar, no únicamente médico. (…), en los días que las mujeres dan a luz en el hospital no se sienten valoradas. Son dos días en los que el Estado te hace notar que no vales nada. Tienes que pujar, respirar y te pueden maltratar.
El Estado tiene que fomentar que el padre también tiene responsabilidad y que, como hombre, debe cuidar a su familia, pero si el personal de salud ve como objetos al bebé y a la mujer, eso no enseña afecto ni cuidados. Esos días (de parto y posparto) en la vida de la mujer, ella debe sentir que el Estado la valora y es un trabajo pendiente para evitar violencia.

Fuente: SEMlac - 16 días de Acción contra la Violencia - LILIANA AGUIRRE - Dic.2011 -

 

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