El discurso feminista está agotado.
Visto desde América Latina, el Índice de Equidad de Género de la red internacional no gubernamental Social Watch convierte en cifras una realidad social compleja. Es un esfuerzo de cientos de personas en todo el mundo encaminado a cerrar brechas de género.Pero las cifras son la punta del iceberg de un mundo femenino desconocido.
Mujeres de clase alta en la civilización 4X4 que disfrutan su insolente riqueza en una burbuja cerrada a las demás mujeres. Mujeres que acceden al sistema político sacándole la vuelta a la democracia y pagando el precio de no tocar el sistema económico. Mujeres fascistas, mafiosas, terroristas, geishas de dictadores que igualan o superan la sevicia y el cinismo de los hombres. Mujeres de clase media que logran educarse venciendo prejuicios y dificultades, para reforzar el sistema, no para cambiarlo. Mujeres empresarias que hacen parte como víctimas o victimarias del capitalismo salvaje de nuestro tiempo. Hemos visto todo eso estos años.
En el lado opuesto, se olvida a las niñas explotadas por los mineros como trabajadoras sexuales o por otras mujeres, como trabajadoras del hogar. A las semiesclavas de las maquilas o las agroexportadoras. Al poner el acento sólo en las relaciones de género, se olvida las relaciones de explotación.
En medio de este retorno a la barbarie, el Día de la Mujer ha dado ocasión para lugares comunes que cubren con un manto rosado este mundo y la historia de la lucha de las mujeres. Me permito enumerar los hitos más importantes que algunos (algunas) quieren olvidar.
Olimpia de Gouges publicó en 1791 la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana. Le costó la guillotina por orden del mismo gobierno revolucionario que dictó la Ley Chapelier castigando la organización de los obreros con la pena de muerte.
Mary Wollstonecraft encontró la conexión entre el sistema absolutista de los reyes y las relaciones de poder entre los sexos en su Vindicación de los Derechos de la Mujer, Inglaterra 1792.
John Stuart Mill y su esposa Harriet publicaron El sometimiento de la Mujer en 1869. Mill presentó al Parlamento en 1866 una demanda a favor del voto femenino. Su rechazo provocó que naciera la National Society for Woman’s Suffrage (Asociación Nacional para el Sufragio de la Mujer), liderada por Lydia Becker.
Terminada la guerra de secesión, el Norte otorgó el voto a los esclavos pero se lo negó a las mujeres. Elizabeth Candy Stanton y Susan B. Anthony crearon la Asociación Nacional por el Sufragio de la Mujer (National Woman Suffrage Association), independiente de los partidos. El primer documento del feminismo norteamericano es la Declaración de Seneca Falls, de 1848 en Nueva York.
Federico Engels analizó la “cuestión de la mujer” en El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado. Augusto Bebel escribió La mujer y el socialismo en 1879. Engels sostuvo que la lucha de las mujeres es parte de la de los trabajadores por eliminar la propiedad privada de los medios de producción.
Flora Tristán fue pionera del feminismo socialista.
Fue Clara Zetkin, dirigente de la Internacional Comunista, quien propuso que el 8 de marzo sea el Día Internacional de la Mujer. Apenas si la mencionan.
La ya olvidada Alejandra Kolontai, integrante del Soviet de Petrogrado y Comisaria del Pueblo para la Asistencia Pública en la Revolución Bolchevique, dijo sobre el Día de la Mujer: “¿Cuál es el objetivo de las feministas burguesas? Conseguir las mismas ventajas, el mismo poder, los mismos derechos en la sociedad capitalista que poseen ahora sus maridos, padres y hermanos. ¿Cuál es el objetivo de las obreras socialistas? Abolir todo tipo de privilegios que deriven del nacimiento o de la riqueza. A la mujer obrera le es indiferente si su patrón es hombre o mujer”.
Estamos de vuelta de los socialismos reales. De los socialistas reales mejor no hablar. El discurso feminista se ha desteñido al disfrutar algunas mujeres una parte del poder. Que lleguen adonde algunas están puede ser justo pero no garantiza la justicia social. Sigue vigente la necesidad de abolir todas las formas de explotación de mujeres y hombres. No está demás recordarlo.
Artículo publicado por: Red del Tercer Mundo - TWN - Héctor Béjar - 16/03/12 -