Un seno no te hace más Mujer.
Por María Esther Espinosa Calderón
Periodista, ha colaborado en diversos medios, entre ellos el Uno más Uno, Mira, El Universal, Etcétera, 'Triple Jornada' del periódico La Jornada, y en la revista Fem.
Estaba sola cuando le dieron la noticia, no podía creerlo, si apenas unos días antes se había descubierto una protuberancia en el seno derecho, en menos de 24 horas su vida había dado un giro. "Señora, tiene cáncer, hay que operarla inmediatamente", resonaba en su cabeza. El corazón se le salía, sentía que sus pies se hundían en el piso. No atinaba a pensar más allá de escuchar "cáncer, cáncer, cáncer". El doctor hablaba: "cáncer no es sinónimo de muerte", si se está a tiempo, Gris escuchaba al galeno lejos, muy lejos. En el fondo de su corazón, pensaba que Brenda su sobrina había sentido lo mismo apenas hacía un año. Se preguntaba: "lo mismo sentiría mi tía Nacha hace 25 años y tantas y tantas mujeres más".
Al recibir el diagnóstico, Gris al igual que otras personas en su misma condición presentan diversas emociones: shock. Coraje, frustración, negación, depresión, confusión, miedo, duda, entre otras, no hay una forma única. Lo importante es saber manejar el sentimiento que genera, así como el estrés emocional. Tanto la familia, como las amistades, el personal médico, los grupos de apoyo, pueden ayudar en la recuperación física y emocional.
Gris es introvertida, callada, cerrada en su mundo; no podía externar sus sentimientos en ese momento, ni después de su cirugía; cuando lograba hacerlo se quedaba viendo a lo lejos, sin ver nada, como si no sintiera nada, pero a la vez sintiéndolo todo: angustia, desesperación, tristeza: "quisiera volver al pasado. Tener junto a mi a Perlita (su hija fallecida quince años atrás, siendo muy pequeña), soñar con regresar el tiempo". Pero eso no era posible, su realidad, estaba presente: ya no tenía su seno derecho y debía que recuperarse para enfrentar lo que le daría más vida, a pesar de sus consecuencias: la temible quimioterapia.
Échale ganas, la palabra favorita que todos tenemos a flor de labios, cuando vemos a algún enfermo, o a alguien que está ante un grave problema, como si uno no quisiera echarle ganas. Las historias iban y venían; "Tengo una amiga que le pasó lo mismo, pero no fue a tiempo y se murió", "mi vecina también tiene cáncer", "yo conozco a fulanita y ya está muy recuperada...", "te acuerdas de sutanita?"... "No te preocupes, ahora ya en el sector salud también te lo reconstruyen", "pero en este momento, ¡cómo podré reconstruir mi vida, si todo cambió!".
El sentimiento de culpa resonaba en su cabeza: "Si me hubiera tocado antes", "si le hubiera hecho caso a mi mamá", "por qué dejé pasar la fecha de la mastografía", "es mi culpa y la de nadie más"; no sólo era la culpa sino la vergüenza de los que la rodeaban: "creía que ellos o ellas pensarían que era la única culpable de que estuviera viviendo eso", lo percibía como un castigo.
Cuando se trata de levantarle el ánimo, ella piensa: "ese es el cáncer de fulanita", pero este "es el mío y yo lo estoy viviendo a mi manera". De repente se perdía en sus pensamientos, en sus sentimientos, si se le preguntaba qué sientes, qué piensas, sólo atinaba a contestar con la mirada perdida: nada. A no salir de la habitación, como si su encierro lo fuera todo, como que su vida ahí está, sin ver, sin sentir que afuera también se respira vida, que un seno sólo es una construcción social.
Gris ya no era Griselda, su nombre se había achicado tanto como ella se sentía reducida a un destino opaco y sin color: Gris. Frente a los demás comentaba que le gustaría tener las agallas y la fortaleza de su sobrina Brenda que un año atrás había pasado por una situación aún más difícil que la suya porque al diagnosticarle el cáncer y la irremediable extirpación de su seno, recibiría más sesiones de quimio y radioterapia; Ahora ella era un ejemplo de entereza pues estaba terminando con su tratamiento; por su sonrisa, por su paz, por su lucha constante por la vida, por el amor a su hija, a su madre, a sus seres queridos. Por esa determinación con que enfrentó a la adversidad: "Ss un ejemplo para mí, pero mi carácter no me da para más", "ella es Brenda sinónimo de lucha y vida. Yo soy yo y le agradezco sus palabras, su ejemplo, su apoyo, como el de toda la familia. Tenemos el mismo problema, pero la manera de enfrentarlo para cada una es única y distinta a la de las demás".
Brenda le hablaba con cariño, sólo ella sabía qué decirle, cómo animarla, sólo ella que había estado en iguales o peores circunstancias, apenas un año antes: todo va a estar bien. Su sonrisa, su voz, su juventud, le daban muestran de fortaleza a la tía que apenas empezaba en ese camino lleno de abrojos, por el cual ella ya había transitado.
El domingo, sucedió lo que tanto le habían advertido y que ella sabía de antemano, pero pensaba que si no le fue tan mal con la primera quimio, su cabello la iba a respetar, pero no fue así, el primer mechón se le quedó entre las manos. La tristeza se volvió a apoderar de ella. Si la construcción social del cuerpo de la mujer fuera diferente, también sería diferente lo que representa que una mujer se quede sin uno o sin los dos senos, o sin su cabello.
Es así que "el cuerpo femenino es valorado socialmente por su función reproductora o sexual, de tal manera que el proceso formativo de la mujer en la familia y en la sociedad está impregnado de mensajes directos subliminales sobre la importancia de tener un cuerpo bello, esbelto, atractivo y apto para la reproducción". [1] Quedarse sin la matriz, o sin la vesícula no pasa nada, pero el perder un seno es un trauma más fuerte, "porque uno se siente mutilado, porque es algo que se ve", dice Gris, efectivamente los senos se relacionan con la sexualidad, con la alimentación de los hijos en su primera infancia, con la belleza, con el erotismo, con el ser mujer ¿Pero acaso una protuberancia en el cuerpo puede tambalear nuestra identidad? Parece absurdo pero lamentablemente es un pensamiento o quizá una emoción que cruza por nuestra mente.
Un segmente del cuerpo de una mujer con cáncer se retira para darle vida a todo su ser, sin embrago, "el tratamiento de cáncer de mama afecta todos esos estereotipos sociales que se aprenden desde la infancia, porque en la mayoría de los casos, la cirugía y la quimioterapia, transforman la imagen que la cultura proyecta del cuerpo de la mujer". [2]
"El diagnóstico genera una cascada de pensamientos que se expresan en el miedo a esos cambios corporales y a la muerte. La caída del pelo o la falta de un seno devuelven una figura corporal diferente a la acostumbrada. Esta nueva realidad física provoca, en algunos casos, miedo al que dirán; en otras, el rechazo y el aislamiento. El miedo a no cumplir con esos códigos que nos fijaron desde niñas de lo que debe ser un cuerpo de mujer, es lo que paraliza y provoca mayor sufrimiento. El continuar privilegiando la opinión, los valores externos más que los propios procesos internos, es lo que contribuye a destruir el amor y la aceptación de una misma tal cual es". [3] La primera vez que se me vio ante el espejo se derrumbó. "Ya no era la de antes, ya no soy la misma".
Gris le preguntaba a su seno como esperando respuesta: ¿si eres mi nena, si siempre has estado conmigo, porque te tenías que enfermar de esta manera? No hubo ni habrá respuesta. Aunque sabe perfectamente que una mujer no deja de ser mujer y sentir placer cuando falta un seno o ambos, siempre es muy fuerte saber que has perdido uno. A pesar de que le dicen a cada instante que un seno no la hace más o menos mujer, lo importante es que ella lo acepte, se acepte.
El cáncer de mama afecta la vida de la mujer y de quienes la rodean, cada persona reacciona diferente, lo más importante es hacer frente al impacto emocional para tener éxito en el proceso de recuperación.
En México mueren cinco mil 100 mujeres a causa del cáncer de mama y se diagnostican entre 14 a 16 mil casos al año, el número va en aumento en nuestro país y el mundo.
A pesar de la petición que hicieran organizaciones civiles para que la mastografía se aplique a las mujeres a partir de los 40 años de edad, el sector Salud la promueve de manera insuficiente y muchas mujeres de todos los niveles socioeconómicos y educativos no se realizan estos estudios de manera sistemática ni generalizada a partir de los 40 y a veces ni a los 50 o 60 años.
Desde 2006 el cáncer de mama se convirtió en México en la principal causa de muerte por neoplasia maligna en mujeres desde 25 años en adelante; desplazando el cáncer cérvico uterino.
El autoexamen de mama es fundamental para la detección temprana del cáncer. Si tienes más de 20 años es recomendable revisar tus senos una vez al mes, de preferencia una semana después de que haya terminado el periodo menstrual. Con aquellas mujeres mayores que su periodo ya no se presente, es necesaria de igual forma la revisión mensual, escogiendo un día específico.
En un país como México, es necesario que las campañas de información lleguen a las zonas marginales y rurales, en donde las mujeres se encuentran en total desprotección ante los graves problemas de salud.
Notas:
[1] Laura Ramírez García, Reto al destino, vivencias, Grupo Reto Acapulco, pág. 35
[2] Ramírez García, op. cit. Pág. 35
[3] Ibídem, pág. 36
Fuente: Mujeres.net - Información Social y Periodística con perspectiva de Género - Junio 2011 -