La ausencia femenina a finales de la década de 1910. (3)

Publicado en por Los Derechos de las Mujeres

Sin embargo, al evaluar los resultados de la incorporación de las mujeres a la vi-da política, se reconoce los límites que existen en una sociedad dividida en clases. Po-demos leer en la Vanguardia del 20 de marzo de 1919:
La influencia femenina se ejerció pues, en un doble sentido: en defensa de los legítimos inter-eses de la mujer y en las reformas sociales de carácter general. No obstante, poco importantes fueron las modificaciones que el sufragio de las mujeres hizo introducir a la situación recíproca de los partidos parlamentarios. Los votos femeninos se repartieron, casi en la misma proporción que los de los hombres, entre los candidatos conservadores, liberales y socialistas. Las mujeres del proletariado estaban y están todavía animadas de los mismos sentimientos de clase que ali-mentaban sus compañeros del otro sexo; como ellos quieren defender sus intereses de asalaria-das y de trabajadoras y votan naturalmente por los candidatos socialistas (…)
El artículo marca la diferencia de intereses de las mujeres de la burguesía, que se expre-saba en sus intervenciones políticas, aunque se resalta que en los distintos países produ-jo efectos en las conductas de la vida cotidiana y el reconocimiento de sus derechos de ciudadanas.
El trabajo entre las mujeres, en nuestro país, era también un campo de disputa con la Iglesia católica, tanto en el movimiento obrero, como en el parlamento y en las organizaciones de mujeres. Es interesante conectarse con algunos de los términos de la polémica del Partido Socialista desde La Vanguardia del 7 de octubre de 1918:
Arbitrio y violencia intolerable es para la iglesia verse obligada a entrar en la esfera del derecho común, tener que renunciar a su sueño de dominación universal, sobre los cuerpos y los espíri-tus, verse reducida a mantenerse con sus propios recursos (…)
Es así cómo el estado burgués expía las complacencias serviles, los compromisos y los favores de que ha sido pródigo con la iglesia, su vieja aliada en la tarea de someter al proletariado a las duras exigencia de una explotación cruel (…)
¿Se puede inferir alguna conexión entre la falta de respuesta de las mujeres proleta-rias y la orientación general del Partido Socialista?
Estas apreciaciones se daban al mismo tiempo con otros acontecimientos como el que se explicita el 31 de marzo de 1919; La Vanguardia, refiriéndose a la semana gremial, se ocupa de la participación de la mujer en los movimientos gremiales de los frigoríficos, tejedores, lavadores de lana, zapateros, empacadores, sastres, confiteros, sombrereros en paja, empleados de comercio, tabaqueros, telefonistas y otras “rivali-zando con el hombre en la vigilancia de las fábricas, talleres u oficinas, tomando parte en los debates de las asambleas, defendiendo los intereses de los gremios en las confe-rencias con los capitalistas, siendo en una palabra, un elemento valioso de unidad y fuerza obrera en dondequiera que les ha sido dable actuar.”
Reconociendo el rol adjudicado a la mujer, educada para la conservación de las normas, este artículo valora la práctica en la lucha en los conflictos y que salió en mani-festación por la ciudad; (…) “que ha mirado cara a cara a un patrón, considerándolo, no como el hombre rico, elegante y perfumado (…) sino como lo que realmente es: un ex-plotador sin conciencia que a ella la explota más precisamente porque es mujer (…)
Un poco de historia en el mundo
El movimiento feminista en nuestro país tuvo como protagonistas a las primeras mujeres universitarias o con alguna formación cultural, provenientes de la burguesía, que denunciaron las situaciones injustas sobre sus derechos civiles y cívicos. También se hicieron eco de las condiciones de trabajo de las mujeres obreras. Pero siempre sos-tuvieron que la misión de la mujer era la maternidad (4) y la formación de una familia, desde ya, las cuales eran consideradas como fenómenos naturales, parte de sus instintos. El lugar del hombre era el de proveedor del sostén familiar.
La desprotección de la maternidad era desproporcional al mandato social. En el año 1918 todavía no se retribuían los días de posparto no trabajados. Tal es así que ese año, el diputado Dickman presentó el proyecto: Protección a las obreras parturientas (4) que no tuvo cabida en la agenda parlamentaria.
Lo mismo sucedía con la infancia, totalmente abandonada a pesar de la acción de las damas de las sociedades de beneficencia. El estado de la cuestión, fue planteado en La Vanguardia el 4 de agosto de 1918, a partir de una carta publicada en el diario La Nación, por el doctor Carlos Fonso Gandolfo, presentada a la Sociedad de obstetricia y ginecología:
Como todas las grandes cuestiones que se vinculan al desarrollo y la evolución de la so-ciedad capitalista, el abandono de la infancia no puede ser considerado aisladamente y curado con paliativos más o menos humanitarios y filantrópicos, sino que hay remontarse a las fuentes del mal, hondas complicadas, más de lo que parece a primera vista.
Convencidos con la ayuda circunstancial de las indigentes, eso no resolvía un problema si no se acompañaba con “medidas permanentes para elevar el nivel de vida del pueblo”.
El tratamiento despreciativo a las madres solteras, gracias a las pautas morales, lleva al articulista a plantear la dignificación de la maternidad, “cualquiera que sea la forma en que se realice, aboliendo la absurda y antihumana distinción entre el fruto del amor “legítimo” o “ilegí-timo”(…)
El concepto de feminista, a principios del siglo XX, como lo señala Elvira López “pretende favorecer el libre ejercicio de la actividad femenina, su emancipación civil, es decir, que se la considere igual al hombre en el hogar y en las relaciones sociales.”
La autora, con claridad meridiana, reconoció que “no bastarán reformas legisla-tivas; hay toda una educación que rehacer en el hombre lo mismo que en la mujer; las mejores leyes serán insuficientes para protegerla contra un esposo brutal o refinadamen-te cruel, al paso que los que comprendan sus deberes toda legislación será superflua.”
Refiriéndose al congreso realizado en Londres 1899 y al eco de prensa, relata que la reina Victoria recibió a las congresistas las principales damas de esa rígida aristocracia inglesa abrieron sus salones para obsequiarlas, (…) con este lema: “No para ellas mismas sino para la humanidad”, marchan venciendo todos los obstáculos a la conquista de una era que llaman de emancipación femenina, pero que será otra cosa que la libertad por la educación y la fraternidad de todos, cuando las leyes que rigen a la humanidad, hayan borrado de sus códigos aquellas restricciones que no se avienen ya con el papel que la mujer moderna desempeña como colaboradora del hombre en la obra del progreso universal.
Existe un reconocimiento de la influencia de las ideas socialistas al incorporar otras reivindicaciones, como señala Dora Barrancos (2007):
Es necesario reconocer la decidida participación de las mujeres para abrir el camino que cuajó con las medidas redistributivas del Estado de bienestar, anticipadas ya desde fines del siglo XIX.
Las fuentes consultadas hasta el momento, reflejan la diferencia entre ser voce-ras de las necesidades de las mujeres obreras, y su participación activa en el movimiento feminista. Lo mismo sucedía con las iniciativas de la emancipación civil, tema que por otra parte no las implicaba en lo atinente a las propiedades.
La doble opresión de la mujer obrera, en general analfabeta, en las primeras dé-cadas del siglo XX fue un obstáculo objetivo para su inserción, aun cuando fuera reco-nocida en el conflicto de inquilinos en el año 1907, la protagonista principal.
La tesis de Elvira López, en El movimiento feminista (5) (1901) tuvo el mérito de instalar el tema en el ámbito académico y debatir con amplios argumentos el tema.
La edición prologada por Verónica Gago señala quienes eran las actoras de esta corriente:
Se trata de un feminismo de mujeres ilustradas, contra la frivolidad (efecto de la pura ociosidad) y la ignorancia. Es la tonalidad argumentativa y afectiva que caracteriza a las primeras feminis-tas argentinas, en su casi totalidad letradas de clase media: confianza en el progreso unida al ideal ilustrado; creencia en la que fusiona socialismo y positivismo; confirmación del materna-lismo como ideología natural de lo femenino.
Con las palabras de Elvira López, quien reconoce la doble jornada de las muje-res en los talleres en condiciones adversas, jornadas prolongadas, como también la mala ventilación, las temperaturas elevadas, alejadas de su hogar e hijos, nos acercamos a la visión que se tenía desde la burguesía:
El movimiento feminista hace los mayores esfuerzos, tratando de buscar un remedio a tan grave mal; mujeres ilustradas, nobles y ricas de todos los países se han unido, con un elevado senti-miento de solidaridad que las honra, para redimir a esas infelices cuya situación implica un ver-dadero desequilibrio social; por eso las exageraciones socialistas y hasta comunistas o simple-mente ridículas en que algunas incurren, merecen alguna tolerancia (…)
El congreso de París (1900) podemos leer, recoge las reivindicaciones de las obreras, señalando que estaban representadas por una organización diferente a las de la clase media y con reivindicaciones específicas:
Mientras las primeras aspiran ante todo a las reformas económicas y las reclaman del poder público organizando sindicatos, con los cuales pretenden imponerse, las segundas procuran hallar el remedio con las reformas de la legislación civil.
Las obreras proponían la supresión de leyes de excepción y debían sustituirse por un “régimen igual de protección a toda la clase obrera, sin distinción de sexos.”
También se refirieron a la prohibición del trabajo nocturno (1892), por causar perjuicios como por ejemplo en los talleres de modas, cuando hay muchas tareas y tam-bién se denuncia que las imprentas, como de la Fonde eso impedía de proporcionales ocupación.
Dos clases, dos miradas
Por un lado Elvira López reconoce la existencia de las clases, sus inquietudes pero al mismo tiempo descalifica las jornadas de lucha de las organizaciones obreras; haciendo un erróneo análisis de la participación en las huelgas:
Para parecerse en todo a sus colegas masculinos las obreras suelen realizar de vez en cuando sus huelgas, siendo las más recientes la de lavanderas de París, de la cual tuvimos un espécimen en nuestro país, aunque no por iguales motivos, la de las cigarreras de Grodno (Lituania) que en número de 800 se declararon en huelga a causa de la exigibilidad de los salarios (…)
Informada de las luchas de las obreras rusas, italianas e inglesas, reconocía que las mujeres estaban más esclavizadas y que los legisladores “se han apercibido” y em-piezan a preocuparse por la cuestión.
En nuestro país, con un movimiento huelguístico importante, aunque carecemos de muchos registros de la participación de las mujeres, pudimos recoger propuestas, siempre atribuidas a las organizaciones feministas en asambleas obreras realizadas en la década de 1880:
Alejandro Duharte, cubano, consiguió hacerse oír y pronunciar un discurso, regularmente aplaudido, sobre el socialismo, el matrimonio civil y las huelgas, asuntos que trató con criterio abiertamente radical Reunión realizada en la “calle de Comercio”, local Verein Vorwärt el 25 de noviembre de 1888.
Otro Francés (…) Se ha falsificado el Gobierno, falsificando lo que se llama el sufragio; se ha falsificado la prensa, falsificando la opinión; se ha falsificado la familia, sin dar acceso a la Ley de Divorcio (…)
Es de destacar que los sujetos mencionados son extranjeros, rasgo que predomi-naba en esa época, como muy bien caracteriza Julio Godio (2000) al referirlos: “Se comprueba así la capacidad intrínseca de los inmigrantes para resistir la superexplota-ción: distintas fracciones de la clase obrera se van incorporando al movimiento huel-guístico, pese al breve tiempo de residencia en el país”.
Estas propuestas revelan que estos temas también preocupaban a los hombres, quienes en años posteriores los presentaron a través de proyectos de ley en el ámbito parlamentario.
Los innumerables conflictos obreros desatados en la década de 1880 no dan in-formación sobre la participación de mujeres, pero nos llamó la atención que la reivindi-cación sobre el matrimonio civil y el divorcio, fueran parte de dos intervenciones en el estudio realizado sobre la agitación obrera por Lucas Poy.
El relato en masculino no nos permite desentrañar si dentro del personal de ser-vicio doméstico, bares y restaurantes, cocineros y mozos sombrereros, existían mujeres.
Aunque las actividades más conocidas desarrolladas por las mujeres eran de planchadoras, costureras, lavanderas, cigarreras, amasadoras, no eran actividades que las concentraran y por lo tanto a las ideas socialistas y anarquistas que promovían los movimientos de protesta, seguramente no tenían acceso, movimientos que generalmente eran por reclamos salariales o por el rechazo a un intento de imponer una regimentación sobre el personal de servicio. Esta medida fue ampliamente repudiada, pues en la libreta los patrones tenían que expresar cuál había sido la conducta de sus sirvientes mientras se hubiesen desempeñado bajo sus órdenes.
En el Congreso Femenino Internacional realizado en 1910 hubo debate alrededor de las necesidades más imperiosas de la población: la maternidad de las obreras, educa-ción, la niñez abandonada y/o el trabajo infantil, el infanticidio, el aborto, la prostitu-ción.
Basándonos en las actas de dicho congreso, damos cuenta de algunos de los pun-tos de vista expuestos por militantes socialistas:
La necesidad de educación de las mujeres, fue fundamentada por muchas inte-grantes pero en el momento de elaborar y aprobar las propuestas aparecieron las dife-rencias, tal es caso, entre Carolina Muzzilli y Elvira Rawson de Dellepiane, cuando la primera señaló “que muchos niños no tienen escuelas donde concurrir, a lo que la se-gunda contesta que el Consejo Nacional de Educación ha tomado todas las medidas posibles (…)
• El 50% de la población infantil, era analfabeta
• El trabajo infantil se acercaba al tercio de la fuerza laboral
La realidad demostraba otra cosa, tal es así que en 1913 el Partido Socialista ini-cíó una campaña para que se efectivice la Ley de Educación Común. (6)
Es comprensible el análisis posterior, realizado por Carolina Muzzilli en La Vanguardia del 26 y 27 de septiembre del mismo año, en un tono polémico: se nota un florecimiento de sana discusión entre las mujeres.” Pero a renglón seguido proble-matizó algunas afirmaciones sobre la emancipación económica de la mujer: “ya que un grupo de feministas aseguran que para llegar a la emancipación de la mujer es necesario que ésta se emancipe económicamente por medio de un título académico, viene al caso hacer una pregunta: ¿Han pensado en la emancipación económica de la inmensa falange de mujeres proletarias? O es que sólo hacen feminismo for sport? Yo llamo feminismo de “diletantes” a aquel que sólo se preocupa de la emancipación de las mujeres intelectuales. Y como éstas ya tienen casi asegura-da su independencia económica, sólo les resta pedir las mejoras inmediatas inherentes a su con-dición social, lo que no hacen siempre.
Al divorcio, también existieron reparos de E. R. de Dellepiane al proponer que “en la realización del divorcio absoluto deben tomarse las necesarias medidas de regla-mentación para que no degenere en un abuso como ha pasado en algunas naciones que ya lo tienen establecido. Es decir, que no pongan todas aquellas limitaciones para que su acción no sea dañosa.”
Al ser debatidas las proposiciones del Centro Socialista Femenino (7) la señora María Abella Ramírez, hace constar que votará en contra de la propuesta de Treinta y cuarenta días de descanso antes y después del parto con el goce de sueldo completo como medio de proteger la maternidad, con el siguiente argumento:
“La conceptúa perjudicial para la mujer por cuanto los patrones se eximirán de darle trabajo por resultarle oneroso pagar dos meses de sueldo sin compensación.”
La inspección y vigilancia para que se cumpla la Ley 5291, de Trabajo de muje-res y menores, es rechazada por E. R. de Dellepiane por considerarla un atentado a la liber-tad de trabajo, y por lo tanto hace moción para que se suprima de la proposición presentada la parte que se refiere a la mujer.
Aunque se aprueba esta moción, Carolina Muzzilli, conocedora del padecimiento de las mujeres obreras y del control obrero realizado por los socialistas desde abril de 1908, mocionó:
Un voto de aplauso para el Comité pro Reglamentación del Trabajo, de la Capital, por el empe-ño mostrado para hacer cumplir la ley sobre el trabajo de la mujer y del niño, hecho tanto más meritorio por el abandono en que la deja el mismo gobierno que la ha creado.
La intervención de Juana Mará Begino, La condición económica de la mujer (8) señala los intereses de clase y los responsables políticos:
Admitida la premisa de que la independencia económica es la base de todas las independencias, la mujer no podrá considerarse enteramente libre mientras no haya logrado independizarse de la tutela masculina, por el esfuerzo de su labor moral e intelectual. (…)
Contamos con adversarios temibles. Los hombres de las clases dirigentes, aquellos que no han vacilado ni vacilan en admitir a la mujer en todas las ramas de la industria, en las cuales pueda beneficiar sus inter-eses, pero que se oponen tenazmente a que la mujer invada el terreno de las más elevadas funciones inte-lectuales, sociales, administrativas, porque entonces tiende a desaparecer su soberanía secular.. El Estado mismo, empeñado en mantener el actual orden de cosas, será siempre el primero en poner dique a la co-rriente libertadora de la independencia económica de la mujer.
Una visión de conjunto
Aunque no podamos llegar a conclusiones sobre los motivos de la ausencia fe-menina, una visión de conjunto de situaciones de distinto orden, contextualizadas e un período histórico, facilita tener mayor comprensión de los mismos.
A principios de la década de 1910 resonaron con mucha fuerza las expresiones: emancipación de la mujer, derecho al sufragio, divorcio, educación, defensa de las condiciones de trabajo de la mujer obrera, infanticidio, niños abandonados, prostitu-ción, haciéndose eco de la convocatoria de las mujeres universitarias al debate proposi-tivo de estas cuestiones.
Al final de la década, un contexto de subordinación a la política internacional dependiente de los ingleses, llevó a nuestro país a alistarse contra los alemanes, en el conflicto de la Primera guerra mundial, posición que fue acompañada por los socialistas. Alineados con la Segunda Internacional, éstos acotaron la política de distribución de la riqueza a los marcos de la lucha parlamentaria, con la presentación de numerosos pro-yectos, resistidos por los sectores conservadores y por la iglesia católica.
El papel de los movimientos fue acompañar dichas acciones. Los intereses de clase desfavorables al movimiento obrero, significó por un lado decepción para unos y para el sector de dirigentes del movimiento organizado, confianza en su propia fuerza, con muchas dificultades para su articulación.
La ausencia femenina, en la militancia socialista, revelaba lo complejo de la transformación de una cultura que asignó a la mujer, un rol de madre y ama de casa, muchas realizando una doble jornada de trabajo, en condiciones de precariedad laboral y de vida en general.
Fuente: artículos 1, 2 y 3 : ESTER KANDEL Especial para Argenpress.info -

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